Wie der
weise König Salomo verstand er die
Sprache der Tiere, er hörte ihre Gesänge
und Gespräche, aber dadurch wurde er
nach jener Richtung nicht klüger. Er
erkundete die geheimen Kräfte der Pflanzen
und Metalle, kannte die Kräfte, um
Krankheiten zu vertreiben, um den Tod fernzuhalten,
aber kein Mittel, um ihn zu vernichten.
In allem Erschaffenen, das ihm erreichbar
war, suchte er nach dem Lichte, das die
Vergewisserung eines ewigen Lebens beleuchtete,
aber er fand es nicht;
das Buch der Wahrheit lag wie mit unbeschriebenen
Blättern vor ihm.
Das Christentum verwies ihn auf der Bibel
Vertröstung auf ein ewiges Leben, aber
er wollte es in seinem Buche lesen, und
darin sah er nichts.
Fünf Kinder hatte er, vier Söhne,
klug belehrt, wie nur der weiseste Vater
seine Kinder belehren kann, und eine Tochter,
schön, sanft und klug, aber blind,
doch es schien für sie keinen Verlust
zu bedeuten. Der Vater und die Brüder
waren ihre Augen, und ein inneres Gefühl
ließ sie die Dinge recht erkennen.
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Como
el sabio rey Salomón, comprendía
el lenguaje de los animales, oía
sus cantos y sus discursos, mas no por ello
adelantaba en sus conocimientos. Exploraba
las fuerzas secretas de las plantas y de
los metales, sabía de las fuerzas
que eran capaces de hacer desaparecer las
enfermedades, de mantener a distancia la
muerte, pero conocía ningún
remedio para destruirla. En todo lo que
había sido creado y él podía
alcanzar, buscaba la luz capaz de iluminar
la certidumbre de una vida eterna, pero
no la encontraba. Tenía abierto ante
sus ojos «El libro de la verdad»,
mas las páginas estaban en blanco.
El cristianismo le ofrecía en la
Biblia la promesa vana de una vida eterna,
pero él se empeñaba vanamente
en leer en su propio libro.
Tenía cinco hijos, instruidos como
sólo puede instruirlos el padre más
sabio, y una hija hermosa, dulce e inteligente,
pero ciega. Esta desgracia apenas la sentía
ella, pues su padre y sus hermanos le hacían
de ojos, y su sentimiento íntimo
le daba la seguridad suficiente.
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