Der Wolf
aber ging geradeswegs nach dem Haus der
Großmutter und klopfte an die Türe.
"Wer ist draußen?"
"Rotkäppchen, das bringt Kuchen und
Wein, mach auf."
"Drück nur auf die Klinke", rief die
Großmutter, "ich bin zu schwach und
kann nicht aufstehen. "
Der Wolf drückte auf die Klinke, die
Türe sprang auf, und er ging, ohne
ein Wort zu sprechen, gerade zum Bett der
Großmutter und verschluckte sie. Dann
tat er ihre Kleider an, setzte ihre Haube
auf, legte sich in ihr Bett und zog die
Vorhänge vor. Rotkäppchen aber
war nach den Blumen herumgelaufen, und als
es so viel zusammen hatte, daß es
keine mehr tragen konnte, fiel ihm die Großmutter
wieder ein, und es machte sich auf den Weg
zu ihr. Es wunderte sich, daß die
Türe aufstand, und wie es in die Stube
trat, so kam es ihm so seltsam darin vor,
daß es dachte: "Ei, du mein Gott,
wie ängstlich wird mir's heute zumut,
und bin sonst so gerne bei der Großmutter!"
Es rief "Guten Morgen", bekam aber keine
Antwort. Darauf ging es zum Bett und zog
die Vorhänge zurück: da lag die
Großmutter und hatte die Haube tief
ins Gesicht gesetzt und sah so wunderlich
aus. "Ei, Großmutter, was hast du
für große Ohren!" "Daß
ich dich besser hören kann."
"Ei, Großmutter, was hast du für
große Augen!" "Daß ich dich
besser sehen kann."
"Ei, Großmutter, was hast du für
große Hände" "Daß ich dich
besser packen kann."
"Aber, Großmutter, was hast du für
ein entsetzlich großes Maul!" "Daß
ich dich besser fressen kann." Kaum hatte
der Wolf das gesagt, so tat er einen Satz
aus dem Bette und verschlang das arme Rotkäppchen.
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Mientras
tanto, el lobo se encaminó directamente
a casa de la abuelita, y llamó a
la puerta.
- ¿Quién va?
- Soy Caperucita Roja, que te trae pastel
y vino. ¡Abre!
- ¡Aprieta el picaporte! - gritó
la abuelita -; estoy muy débil y
no puedo levantarme.
El lobo apretó el picaporte, se abrió
la puerta, y, sin pronunciar una palabra,
y se dirigió directamente a la cama
de la abuela y la devoró de un bocado.
Se puso sus vestidos, se tocó con
su cofia, se metió en la cama y corrió
las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita había
estado cogiendo flores, y cuando tuvo tanto
que ya no podía llevar encima ni
una flor más, se acordó de
su abuela y reemprendió el camino
de su casa.
Le extrañó ver la puerta abierta;
y al entrar en la habitación experimentó
una sensación rara, y pensó
-¡Dios mío, qué angustia
siento hoy! Y con lo bien que me encuentro
siempre en casa de mi abuelita.
Gritó
- ¡buenos días! - pero no obtuvo
respuesta.
Se acercó a la cama, descorrió
las cortinas y vio a la abuela, hundida
la cofia de modo que le tapaba casi toda
la cara y con un aspecto muy extraño.
- ¡Ay, abuelita! ¡Qué
orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor.
- ¡Ay, abuelita, qué ojos más
grandes tienes!
- Son para mirarte mejor.
¡Ay, abuelita, qué manos más
grandes tienes!
- Son para cogerte mejor.
- ¡Pero, abuelita! ¡Qué
boca más terriblemente grande!
- ¡Es para tragarte mejor!
Y, diciendo esto, el lobo saltó de
la cama y se tragó a la pobre Caperucita
Roja.
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