Seite 04: Schneeweißchen und Rosenrot (Blancanieve y Rojaflor)




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Eines Abends, als sie so vertraulich beisammensaßen, klopfte jemand an die Türe, als wollte er eingelassen sein. Die Mutter sprach: »Geschwind, Rosenrot, mach auf, es wird ein Wanderer sein, der Obdach sucht.« Rosenrot ging und schob den Riegel weg und dachte, es wäre ein armer Mann, aber der war es nicht, es war ein Bär, der seinen dicken schwarzen Kopf zur Türe hereinstreckte. Rosenrot schrie laut und sprang zurück; das Lämmchen blökte, das Täubchen flatterte auf, und Schneeweißchen versteckte sich hinter der Mutter Bett. Der Bär aber fing an zu sprechen und sagte: »Fürchtet euch nicht, ich tue euch nichts zuleid, ich bin halb erfroren und will mich nur ein wenig bei euch wärmen.« »Du armer Bär«, sprach die Mutter, »leg dich ans Feuer und gib nur acht, daß dir dein Pelz nicht brennt.« Dann rief sie: »Schneeweißchen, Rosenrot, kommt hervor, der Bär tut euch nichts, er meint's ehrlich.« Da kamen sie beide heran, und nach und nach näherten sich auch das Lämmchen und Täubchen und hatten keine Furcht vor ihm. Der Bär sprach: »Ihr Kinder, klopft mir den Schnee ein wenig aus dem Pelzwerk«, und sie holten den Besen und kehrten dem Bär das Fell rein; er aber streckte sich ans Feuer und brummte ganz vergnügt und behaglich. Nicht lange, so wurden sie ganz vertraut und trieben Mutwillen mit dem unbeholfenen Gast. Sie zausten ihm das Fell mit den Händen, setzten ihre Füßchen auf seinen Rücken und walgerten ihn hin und her, oder sie nahmen eine Haselrute und schlugen auf ihn los, und wenn er brummte, so lachten sie. Der Bär ließ sich's aber gerne gefallen, nur wenn sie's gar zu arg machten, rief er:
»Laßt mich am Leben, ihr Kinder.
Schneeweißchen, Rosenrot,
schlägst dir den Freier tot.«

Durante una velada en que se hallaban las tres así reunidas, llamaron a la puerta.
La masre dijo
-abre, Rojaflor, será algún caminante que busca refugio.- Rojaflor corrió a descorrer el cerrojo, pensando que sería un pobre hombre; pero era un oso, el cual asomó por la puerta su gorda cabezota negra.

Rojaflor dejó escapar un grito y retrocedió de un salto; el corderillo se puso a balar, y la palomita a batir de alas, mientras Blancanieve se escondía detrás de la cama de su madre. Pero el oso rompió a hablar y dijo
-no temáis, no os haré ningún daño. Estoy medio helado y sólo deseo calentarme un poquitín.-
-¡Pobre oso!- exclamó la madre - ¡échate junto al fuego y ten cuidado de no quemarte la piel!-
Y luego, elevando la voz
- Blancanieve, Rojaflor, ¡salgad! que el oso no os hará ningún mal; lleva buenas intenciones.
Ambas se acercaron, y luego lo hicieron también, paso a paso, el corderillo y la palomita, pasado ya el susto.
E el oso
-niñas, sacudadme la nieve que llevo en la piel- y ellas trajeron la escoba y lo barrieron, dejándolo limpio, mientras él, tendido al lado del fuego, gruñía de satisfacción.
Al poco rato las niñas se habían familiarizado con el torpe invitado y le hacían mil diabluras: le tiraban del pelo, apoyaban los piececitos en su espalda, lo zarandeaban de un lado para otro, le pegaban con una vara de avellano, y si él gruñía, se echaban a reír.
El oso se sometía complaciente a sus juegos, y si alguna vez sus amiguitas pasaban un poco de la medida, exclamaba
-¡Dejadme vivir, nenas! Blancanieve, Rosaflor,
es vuestro novio a quien matáis.

Vokabular
der Bär = el oso
blöken = balar
acht geben = tener cuidado
ehrlich meinen = llevar buenas intenciones
brummen = gruñir
Mutwillen treiben = hacer diabluras
walgern, rollen = zarandear






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