Seite 08: Die Geschichte vom Gespensterschiff (Historia del barco fantasma)


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»Kommt ihr herab aus der Luft,
Steigt ihr aus tiefem Meer,
Schlieft ihr in dunkler Gruft,
Stammt ihr vom Feuer her:
Allah ist euer Herr und Meister,
ihm sind gehorsam alle Geister.«

Ich muß gestehen, ich glaubte gar nicht recht an diesen Spruch, und mir stieg das Haar zu Berg, als die Tür aufflog. Herein trat jener große, stattliche Mann, den ich am Mastbaum angenagelt gesehen hatte. Der Nagel ging ihm auch jetzt mitten durchs Hirn; das Schwert aber hatte er in die Scheide gesteckt; hinter ihm trat noch ein anderer herein, weniger kostbar gekleidet; auch ihn hatte ich oben liegen sehen. Der Kapitano, denn dies war er unverkennbar, hatte ein bleiches Gesicht, einen großen, schwarzen Bart, wildrollende Augen, mit denen er sich im ganzen Gemach umsah. Ich konnte ihn ganz deutlich sehen, als er an unserer Türe vorüberging; er aber schien gar nicht auf die Türe zu achten, die uns verbarg. Beide setzten sich an den Tisch, der in der Mitte der Kajüte stand, und lenguas laut und fast schreiend miteinander in einer unbekannten Sprache. Sie wurden immer lauter und eifriger, bis endlich der Kapitano mit geballter Faust auf den Tisch hineinschlug, daß das Zimmer dröhnte. Mit wildem Gelächter sprang der andere auf und winkte dem Kapitano, ihm zu folgen. Dieser stand auf, riß seinen Säbel aus der Scheide, und beide verließen das Gemach. Wir atmeten freier, als sie weg waren; aber unsere Angst hatte noch lange kein Ende. Immer lauter und lauter ward es auf dem Verdeck. Man hörte eilends hin und her laufen und schreien, lachen und heulen. Endlich ging ein wahrhaft höllischer Lärm los, so daß wir glaubten, das Verdeck mit allen Segeln komme zu uns herab, Waffengeklirr und Geschrei - auf einmal aber tiefe Stille. Als wir es nach vielen Stunden wagten hinaufzugehen, trafen wir alles wie sonst; nicht einer lag anders als früher. Alle waren steif wie Holz.

Bajáis del aire,
subís del profundo fondo del mar,
dormís en la tumba oscura
acudís del fuego;
Alá es vuestro señor y maestro,
a él obedecen todos los espíritus.

Tengo que reconocer que no creía mucho en aquel conjuro y que los pelos se me erizaron cuando se abrió la puerta. Entró aquel alto hombre imponente, que había visto clavado en el mástil. el clavo le atravesaba también el centro de la frente, pero tenía la espada envainada; tras él entró otro, vestido menos lujosamente, al que también había visto arriba.

El capitán, pues lo era sin ninguna duda, tenía un rostro pálido, una gran barba negra y ojos extraviados que recorrían todo el cuarto.

Pude verle claramente cuando pasó junto a nuestra puerta; pero él pareció no prestar ninguna atención a la puerta que nos ocultaba. Los dos se sentaron a la mesa que estaba en el centro del camarote y hablaban entre sí caso a gritos en un idioma desconocido. Fueron hablando cada vez más alto y con más vehemencia, hasta que el capitán golpeó en la mesa con el puño cerrado de tal modo que hizo temblar la habitación. con espantosos carcajadas saltó el otro y señaló al capitán que le seguía. Éste se levantó, desenvainó su sable y ambos salieron del cuarto.
Respiramos aliviados cuando se fueron, pero nuestra angustia aún no iba a cesar. en la cubierta había cada vez más ruido. Se oía ir y venir apresuradamente, gritar, reír y sollozar.
Por fin se desató un ruido verdaderamente infernal, de tal modo que creímos que la cubierta se nos vendría encima con todas las velas, el estruendo de armas y los gritos; pero de repente un profundo silencio total.
Cuando después de muchas horas nos atrevimos a subir, encontramos todo como antes; ni uno estaba en un lugar distinto. Todos estaban rígidos como madera.

Vokabular
die Gruft = la tumba
Mir steigen die Haare zu Berge = Se me erizan los pelos.
mit geballter Faust = con el puño cerrado
dröhnen = retumbar, aquí temblar
heulen = sollozar
das Waffengeklirr = el estruendo de armas
wagen = atrever






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