Die Blume
brach er ab, ging damit zum Schlosse: alles,
was er mit der Blume berührte, ward
von der Zauberei frei; auch träumte
er, er hätte seine Jorinde dadurch
wiederbekommen. Des Morgens, als er erwachte,
fing er an, durch Berg und Tal zu suchen,
ob er eine solche Blume fände; er suchte
bis an den neunten Tag, da fand er die blutrote
Blume am Morgen früh. In der Mitte
war ein großer Tautropfen, so groß
wie die schönste Perle. Diese Blume
trug er Tag und Nacht bis zum Schloß.
Wie er auf hundert Schritt nahe bis zum
Schloß kam, da ward er nicht fest,
sondern ging fort bis ans Tor. Joringel
freute sich hoch, berührte die Pforte
mit der Blume, und sie sprang auf. Er ging
hinein, durch den Hof, horchte, wo er die
vielen Vögel vernähme; endlich
hörte er's.
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Arrancó
la flor y se dirigió con ella al castillo;
todo lo que tocaba con la flor, quedaba al
momento desencantado; soñó también
que así recuperaba a su Yorinda. Al
despertarse por la mañana se puso a
buscar por montes y valles la flor soñada,
hasta que, al llegar la madrugada del día
noveno, la encontró.
Tenía en el centro una gota de rocío,
grande y hermosa como la perla más
bonita. Esta flor llevó, de día
y de noche, hasta el castillo. Cuando llegó
a cien pasos de él no se quedó
petrificado, sino que pudo continuar hasta
la puerta. Contentísimo, Yoringuel
tocó con la flor el portal y éste
se abrió bruscamente. Entró,
atravesó el patio, agudizando el oído
para localizar el aposento de las aves, y,
al fin, las oyó. |