Nach ein
paar Jahren trug es sich zu, dass der Sohn
des Königs durch den Wald ritt und
an dem Turm vorüberkam. Da hörte
er einen Gesang, der war so lieblich, dass
er stillhielt und horchte. Das war Rapunzel,
die in ihrer Einsamkeit sich die Zeit damit
vertrieb, ihre süße Stimme erschallen
zu lassen. Der Königssohn wollte zu
ihr hinaufsteigen und suchte nach einer
Türe des Turms, aber es war keine zu
finden. Er ritt heim. Doch der Gesang hatte
ihm so sehr das Herz gerührt, dass
er jeden Tag hinaus in den Wald ging und
zuhörte. Als er einmal so hinter einem
Baum stand, sah er, dass eine Zauberin herankam,
und hörte, wie sie hinaufrief:
»Rapunzel, Rapunzel,
Lass mir dein Haar herunter!«
Da ließ Rapunzel die Haarflechten
herab, und die Zauberin stieg zu ihr hinauf.
»Ist das die Leiter, auf welcher man
hinaufkommt, so will ich auch einmal mein
Glück versuchen.« Und den folgenden
Tag, als es anfing dunkel zu werden, ging
er zu dem Turme und rief:
»Rapunzel, Rapunzel,
Lass mir dein Haar herunter!«
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Al cabo
de algunos años, sucedió que
el hijo del rey cabalgó por el bosque
y pasó junto a la torre. Entonces
oyó un canto tan melodioso, que hubo
de detenerse a escucharlo. Era Verdezuela,
que entretenía su soledad lanzando
al aire su dulcísima voz.
El príncipe quiso subir hasta ella
y buscó la puerta de la torre, pero,
no encontrando ninguna, se volvió
a palacio. No obstante, aquel canto lo había
emocionado de tal modo, que todos los días
iba al bosque a escucharlo. Hallándose
una vez oculto detrás de un árbol,
vio que se acercaba una hechicera, y la
oyó que gritaba, dirigiéndose
a lo alto
- ¡Verdezuela, Verdezuela,
suéltame tu cabellera!
Verdezuela soltó sus trenzas, y la
hechicera subió a lo alto de la torre.
- Si ésta es la escalera para subir
hasta allí, también yo probaré
fortuna.
Y al día siguiente, cuando ya comenzaba
a oscurecer, se dirigió a la torre
y gritó
-¡Verdezuela, Verdezuela,
suéltame tu cabellera!
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