Da erschrak
sie, denn sie wußte, daß der
Spiegel die Wahrheit sprach, und merkte,
daß der Jäger sie betrogen hatte
und Schneewittchen noch am Leben war. Und
da sann und sann sie aufs neue, wie sie
es umbringen wollte; denn solange sie nicht
die Schönste war im ganzen Land, ließ
ihr der Neid keine Ruhe.
Und als sie sich endlich etwas ausgedacht
hatte, färbte sie sich das Gesicht,
und kleidete sich wie eine alte Krämerin,
und war ganz unkenntlich. In dieser Gestalt
ging sie über die sieben Berge zu den
sieben Zwergen, klopfte an die Türe
und rief:"Schöne Ware feil! Feil!"
Schneewittchen guckte zum Fenster heraus
und rief:"Guten Tag, liebe Frau, was
habt Ihr zu verkaufen?" "Gute
Ware, schöne Ware", antwortete
sie, "Schnürriemen von allen Farben",
und holte einen hervor, der aus bunter Seide
geflochten war. "Die ehrliche Frau
kann ich hereinlassen", dachte Schneewittchen,
riegelte die Türe auf und kaufte sich
den hübschen Schnürriemen. "Kind",
sprach die Alte, "wie du aussiehst!
Komm, ich will dich einmal ordentlich schnüren."
Schneewittchen hatte kein Arg, stellte sich
vor sie, und ließ sich mit dem neuen
Schnürriemen schnüren: Aber die
Alte schnürte geschwind und schnürte
so fest, daß dem Schneewittchen der
Atem verging, und es für tot hinfiel.
"Nun bist du die Schönste gewesen",
sprach sie und eilte hinaus.
Nicht lange darauf, zur Abendzeit, kamen
die sieben Zwerge nach Haus, aber wie erschraken
sie, als sie ihr liebes Schneewittchen auf
der Erde liegen sahen; und es regte und
bewegte sich nicht, als wäre es tot.
Sie hoben es in die Höhe, und weil
sie sahen, daß es zu fest geschnürt
war, schnitten sie den Schnürriemen
entzwei: Da fing es an ein wenig zu atmen,
und ward nach und nach wieder lebendig.
Als die Zwerge hörten, was geschehen
war, lenguas sie:"Die alte Krämerfrau
war niemand als die gottlose Königin.
Hüte dich und laß keinen Menschen
herein, wenn wir nicht bei dir sind." |
Se sobresaltó
la reina, pues sabía que el espejo
siempre decía la verdad, y se dio
cuenta de que el cazador la había
engañado, y que Blancanieves seguía
viviendo. Pensó entonces otra manera
de cómo quitarla la vida, pues mientras
no fuese la más bella en todo el
país, la envidia la imporunaba continuamente.
Finalmente, ideó un medio. Se tiznó
la cara y se vistió como una vieja
buhonera, quedando completamente desconocida.
Así disfrazada, se dirigió
a las siete montañas y, llamando
a la puerta de los siete enanitos, gritó
- ¡vendo mercancía buena y
bonita!
Blancanieves miró por la ventana
y le dijo
- ¡Buenos días, buena mujer!
¿Qué traéis para vender?
- mercancía buena , mercancía
bella - respondió la reina. Agujetas
de todos los colores - y sacó una,
de seda multicolor.
-Bien puedo dejar entrar a esta sincera
mujer-, pensó Blancanieves, y, abriendo
la puerta, compró la bonita agujeta.
- ¡Vaya una facha que tienes, niña!
- dijo la vieja -. Ven, que yo misma te
ceñiré.
Blancanieves, sin sospechar nada, se púso
delante de ella para que le atase la agujeta
nueva, pero la vieja lo hizo tan bruscamente
y apretando tanto, que a la niña
se le cortó la respiración
y cayó como muerta.
- ¡Ahora ya no eres la más
hermosa! - dijo y se alejó precipitadamente.
Al cabo de poco rato, ya anochecido, regresaron
los sietes enanos. Pero cómo sobresaltaron
al ver tendida en el suelo a su querida
Blancanieves, sin moverse, como muerta.
Corrieron a incorporarla y viendo que la
agujeta le apretaba demasiado, se apresuraron
a cortarla.
La niña comenzó a respirar
levemente, y poco a poco fue volviendo en
sí.
Al oír los enanos lo que había
sucedido, le dijeron
- la vieja vendedora no era otra que la
malvada reina. Guárdate muy bien
de dejar entrar a nadie, mientras nosotros
estemos ausentes.
|